Las Escrituras nos dicen que tenemos que conocer los
trucos y las tácticas engañosas del diablo Porque no seamos engañados de
Satanás: pues no ignoramos sus maquinaciones. (2 Corintios 2:11)
Así que, ¿cuáles son los métodos que el enemigo usa
para debilitar nuestra fe a través del miedo? El método de la
"acusación" y el de la "condenación".
Satanás primero acusa, formula cargos a cualquier
cristiano por alguna falta, fracaso o debilidad en nuestra vida. La acusación
puede ser verdadera o falsa. En cualquiera de los casos, si la aceptamos, nos
sentiremos culpables e inadecuados. Hemos sido llevados bajo el temor del
juicio o de la condenación.
Necesitamos tener la convicción y la capacidad para
discernir o conocer la diferencia entre: la convicción del Espíritu Santo y
la condenación del diablo.
El
Espíritu Santo "nos convencerá" de pecado por medio de señalárnoslo
claramente. Una vez que veamos nuestra culpa, nos arrepentiremos (nos
apartaremos del pecado). El arrepentimiento verdadero, hace que nos sintamos
adoloridos por haber pecado contra la ley y el amor de nuestro Padre
Celestial.
El
Espíritu nos llevará, entonces, a confesar nuestro pecado y a recibir el
perdón de Dios. De esta manera somos restaurados al gozo de nuestra
salvación.
Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros
pecados, y nos limpie de toda maldad. (1 Juan 1:9)
No solo
nos limpiara de toda maldad si no también de todo mal pensamiento, palabra y
acciones contrarias a la voluntad de nuestro Padre. Pero esto requiere de un
arrepentimiento y una confesión delante de El.
A ti, á ti
solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos: Porque seas
reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio. Purifícame
con hisopo, y será limpio: Lávame, y seré emblanquecido más que la nieve.
Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh
Dios, un corazón limpio; Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Vuélveme el gozo de tu salud; Y el espíritu libre me sustente.
(Salmos
51:4, 7, 9, 10, 12,)
Allegaos á
Dios, y él se allegará á vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros
de doblado ánimo, purificad los corazones. (Santiago 4:8)
Satanás,
sin embargo, "nos acusará y condenará", tanto por nuestros pecados
como por nuestra debilidad. A veces ni siquiera somos culpables de las cosas
de las que nos acusa. De cualquier manera su propósito es llevarnos hacia
sentimientos de hundimiento y desesperación. Desea que pensemos que Dios nos
ha cortado de Su lado y que tenemos poca esperanza para el futuro. Si no nos
puede llevar tan lejos, buscará mantenernos bajo una incómoda desaprobación
divina. Su deseo, es hacerlo para debilitar nuestra fe, de manera que no nos
sintamos lo suficientemente fuertes espiritualmente como para enfrentarnos
con él en la lucha.
Esto es lo
que el Apóstol Juan nos enseña: "Si nuestros corazones no nos
condenan, entonces tenemos fe para con Dios" (1 Juan 3:21).
Si nuestro
corazón se siente pesado por la condenación, nuestra fe será débil o nos
sentiremos sin fe. Sin fe, no lucharemos. Esto es lo que el diablo desea: un
cristiano que no luche ni resista.
Jesucristo
quiere enseñarnos a luchar y a resistir al diablo, y ser testigos de El y de
su Espíritu Santo el cual nos a dado para obedecerle. Para poder resistir al
diablo primero necesitamos someternos a Dios. Someteos pues á Dios;
resistid al diablo, y de vosotros huirá. (Santiago 4:7)
Debemos
aprender de lo que Pedro y los apóstoles pasaron delante del concilio cuando
fueron acusados por predicar a Jesucristo y dar testimonio de su obra.
Y
respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es menester obedecer á Dios
antes que á los hombres. (Hechos 5:29)
Y nosotros
somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha
dado Dios á los que le obedecen. Ellos, oyendo esto, regañaban, y consultaban
matarlos. Entonces levantándose en el concilio un Fariseo llamado Gamaliel,
doctor de la ley, venerable á todo el pueblo, mandó que sacasen fuera un poco
á los apóstoles. Y les dijo: Varones Israelitas, mirad por vosotros acerca de
estos hombres en lo que habéis de hacer. Porque antes de estos días se
levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un número de
hombres como cuatrocientos: el cual fué matado; y todos los que le creyeron
fueron dispersos, y reducidos á nada. Después de éste, se levantó Judas el
Galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras sí.
Pereció también aquél; y todos los que consintieron con él, fueron
derramados. Y ahora os digo: Dejaos de estos hombres, y dejadlos; porque
si este consejo ó esta obra es de los hombres, se desvanecerá: Mas si es
de Dios, no la podréis deshacer; no seáis tal vez hallados resistiendo
á Dios. Y convinieron con él: y llamando á los apóstoles, después de
azotados, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y soltároslos.
Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por
dignos de padecer afrenta por el Nombre. Y todos los días, en el templo y por
las casas, no cesaban de enseñar y predicar á Jesucristo.
(Hechos
5:32-42)
El corazón
contaminado de aquellos Israelitas los hacia estar en contra de Dios. Y solo
un corazón contaminado se opone a la obra de Dios. Esto quiere decir que lo
que es de Dios permanece, y lo que no es de Dios se desvanece.
Todo cristiano
debe hacerse extremadamente sumiso al Espíritu de Dios. La principal
preparación para el pulpito es la oración y la pureza del corazón.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; Y renueva un espíritu recto dentro
de mí.
(Salmos
51:10)
La pureza
de corazón consiste en no tener en él nada que sea contrario, ni tan siquiera
un poco, a Dios y a las operaciones de su gracia. Todo cuanto hay de creado
en el mundo, todo el orden de la naturaleza ytambién el de la gracia, todo el
orden de la Providencia, todo ello tiende a quitar de nuestras almas lo que
es opuesto a Dios. Porque jamás llegaremos a Dios mientras no hayamos
corregido, cercenado y destruido, en esta vida, lo que sea contrario a Dios.
La pureza
del corazón es el gran camino de la perfección. Debemos poner todo nuestro
interés en purificar nuestro corazón, porque ahí está la raíz de todos
nuestros males. ¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, Limpio
estoy de mi pecado? (Proverbios 20:9)
Para
imaginar lo necesaria que nos es la pureza de corazón, es preciso comprender
la corrupción natural del corazón humano. Hay en nosotros una malicia
infinita que no vemos, porque no entramos nunca seriamente a examinarnos a
nosotros mismos. Si lo hiciéramos, encontraríamos un número incontable de
deseos y de apetitos desarreglados de honor, de placer, de comodidades.
Estamos tan llenos de ideas falsas y de juicios erróneos, de afectos
desordenados, de pasiones y de malicia, que sentiríamos vergüenza de nosotros
mismos si nos viésemos tal como somos. Imaginémonos un pozo cenagoso del cual
le saca agua incesantemente: al principio todo lo que se saca casi no es
sino barro; pero a fuerza de sacar, se purifica el pozo y el agua irá
saliendo cada vez más limpia; de manera que al final saldrá ya completamente
pura y cristalina. No de otra manera: trabajando sin cesar en purificar
nuestra alma, el fondo se va descubriendo poco a poco y Dios manifiesta su
presencia en ella por los poderosos y maravillosos efectos que opera en el
alma. Cuando el corazón está bien purificado, Dios llena de su santa
presencia y de su amor el alma y todas sus potencias, la memoria, el
entendimiento y la voluntad. De ese modo la pureza de corazón lleva a la
unión divina. Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos
verán á Dios. (Mateo 5:8)
Todas las
cosas son limpias á los limpios; más á los contaminados é infieles
nada es limpio: antes su alma y conciencia están contaminadas. (Tito
1:15)
Dios está
dispuesto a concedernos toda clase de gracias con tal de que no le pongamos
obstáculos.
Únicamente
purificando nuestro corazón, es como destruiremos todo lo que impide la
acción de Dios. De forma que, quitados los impedimentos, casi no podemos ni
imaginar los admirables efectos que Dios obra en el alma.
A ninguna
de las prácticas de la vida espiritual se opone tanto el demonio como al
trabajo para conseguir la pureza de corazón. Nos deja hacer algunos actos
exteriores de virtud, como ir a los hospitales y a las prisiones, porque a
veces con esto nos quedamos satisfechos, y no sirve más que para engreídos, y
para acallar el remordimiento interior de la conciencia; pero no puede
soportar que fijemos los ojos en nuestro corazón, que examinemos sus
desórdenes y que nos apliquemos a corregirlo. Sin un corazón purificado toda
nuestra potencia está infinitamente desordenada; mas no nos gusta conocer su
desorden, porque este conocimiento nos humilla.
El orden
que hay que seguir para purificar el corazón, es, primeramente, darnos
cuenta de los pecados y corregirlos. Segundo, observar los movimientos
desordenados de nuestro corazón y ordenarlos. Tercero, vigilar los
pensamientos y regularlos. Cuarto, conocer las inspiraciones de Dios,
sus designios, su voluntad y animarse para cumplirlos. Todo esto debe hacerse
con la ayuda del Espíritu Santo en oración, uniendo a ello el amor a Nuestro
Señor.
|
"He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros". Isaias 49:16. Deseo con todo mi corazon que esta pagina sea de bendición y Que la Palabra de Dios llegue a tu Vida y seas tocada (o) por el Espiritu Santo de Dios.
18 noviembre 2011
LA OBRA DE DIOS EN UN CORAZON LIMPIO
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario